¿Cuánto mis cascabeles tendré que sacudir Y besarte la frente, triste caricatura? Para dar en el blanco, de mística virtud, Mi carcaj, ¿cuántas flechas habrá de malgastar?
En fintas sutilísimas nuestra alma gastaremos, Y más de un bastidor hemos de destruir, Antes de contemplar la acabada Criatura Cuyo infernal deseo nos colma de sollozos.
Hay algunos que nunca conocieron a su ídolo, Escultores malditos que el oprobio marcó, Que se golpean con saña en el pecho y la frente,
Sin más que una esperanza, !Capitolio sombrío! Que la Muerte, cerniéndose como sol renovado, Logrará, al fin, que estallen las flores de su mente.
Charles Baudelaire (1821-1867) fue para algunos la crítica y síntesis del Romanticismo, para otros el precursor del Simbolismo, y tal vez haya sido ambas cosas al mismo tiempo. Su obra que abre el camino a la poesía moderna, es de…
No creo en bichos malignos, pero del cascarudo, no sé. Mire lo que sucedió con Rosa… Dieciocho años. Yo no sabía que los tenía. Nadie había reparado en eso. Ni doña Carlotita ni doña Ana, ya viejecitas y solteronas, ambas con cuarenta y muchos. Rosa había venido para acompañarlas a los siete años cuando se le murió la madre. Murió o dio la hija, que es lo mismo que morir. Rosa crecía. Su adorable tipo portugués se pulía poco a poco de las vaguedades físicas de la infancia. Diez años, catorce años, quince… Al final dieciocho en mayo pasado. Pero Rosa seguía con siete, por lo menos en lo que respecta a nuestra alma. Servía siempre a las dos solteronas con la misma fantasía caprichosa de la antigua Rosita. A veces limpiaba bien la casa, a veces mal. En…
Las personas con autismo no perciben menos información de su entorno, sino más, afirma el modelo que desarrolló hace diez años la pareja de neurocientíficos Henry y Kamila Markram. Su hipótesis, sin embargo, todavía ha de demostrarse.
Afinales de la década de 1990, la carrera del renombrado neurobiólogo Henry Markram viró de manera inesperada. Hasta entonces, se había distinguido por sus investigaciones sobre la plasticidad neuronal y los mecanismos de aprendizaje, pero una experiencia personal lo llevó a cambiar el foco de interés de sus estudios: Kai, su hijo, había recibido el diagnóstico de trastorno del espectro autista (TEA). A partir de ese día, Markram se entregó por completo a la ambiciosa tarea de descifrar el cerebro humano en su totalidad, y con ello, resolver los enigmas que envuelven a los trastornos neuronales del desarrollo, entre ellos, el autismo.
En 2002, le llegó una buena oportunidad para ello. Una cátedra en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL) le ofrecía la oportunidad de encargarse del proyecto de investigación Blue Brain. El objetivo era, ni más ni menos, simular el encéfalo humano en un ordenador. En 2013, la colosal iniciativa comenzó su andadura subvencionada por la Unión Europea. No obstante, las críticas masivas que encendieron tanto el proyecto como su gestión impulsaron la retirada de Markram.
De forma paralela, el neurobiólogo trabajaba en otro proyecto para lograr su principal objetivo: conocer el origen del autismo. Entre 2002 y 2007, su entonces doctoranda Tania Rinaldi investigaba en ratas que mostraban una conducta similar al de las personas con TEA. Así, interaccionaban poco con sus congéneres, se comportaban de manera temerosa y efectuaban acciones repetitivas. Los animales desarrollaban estas conductas si previamente se había inyectado a su madre ácido valproico (AVP), un fármaco antiepiléptico. Se sabe que en los humanos el uso de AVP durante el embarazo incrementa la incidencia de TEA en la descendencia.
En un inicio, la doctoranda analizó la actividad de las neuronas inhibidoras en los cortes del tejido cerebral de los roedores. Pese a los meses de trabajo, no halló diferencias entre las «ratas AVP» y las crías de las que no habían recibido la inyección (grupo de control). Solo cuando prestó atención a las neuronas excitadoras descubrió un fenómeno sorprendente: en los ejemplares con trastornos del comportamiento, dichas células nerviosas reaccionaban de manera más intensa a los estímulos en comparación con las del grupo de control. La hiperactividad neuronal se observaba en la amígdala, región que relaciona las percepciones con las emociones. Si llegan a la amígdala impresiones del entorno muy intensas, estas pueden provocar la sensación de miedo, lo que conduce a que el roedor intente protegerse de los estímulos, entre otras acciones.
Tales observaciones combinadas con los experimentos conductuales que Kamila, la segunda esposa de Markram, efectuó en ratas, puso la primera piedra de la «teoría del mundo intenso» de los Markram. También las experiencias personales con su hijo derivaron a la neurocientífica a ese concepto. A diferencia de la imagen estereotípica de las personas con autismo, Kai mostraba una actitud abierta hacia los demás y su entorno. Pero ante sucesos inesperados o una estimulación exagerada podía enfurecerse con rapidez.
La red neuronal y la red de galaxias funcionan de la misma manera: comparten el mismo sistema de autoorganización y la misma dinámica de redes. El neurobiólogo Javier De Felipe ratifica: las semejanzas entre el cerebro y el universo son abrumadoras.
Los dos sistemas más complejos y desafiantes de la naturaleza, la red cósmica de galaxias y la red de neuronas en el cerebro, poseen un similar sistema de autoorganización moldeado por los principios de la dinámica de redes, a pesar de las escalas y procesos radicalmente diferentes existentes en ambos espacios.
Lo ha descubierto una investigación desarrollada por Franco Vazza (astrofísico de la Universidad de Bolonia) y Alberto Feletti (neurocirujano de la Universidad de Verona), cuyos resultados se publican en la revista Frontiers in Physics.
Ambos investigaron las similitudes entre los dos sistemas, separados entre sí por más de 27 órdenes de magnitud, mediante un análisis cuantitativo que se encuentra en la frontera entre la cosmología y la neurociencia.
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La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro; y en un vaso olvidada se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y, vestido de rojo, piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes, en el que es soberano de los claros diamantes, o en el…
Covid-19: Las falsas promesas de la inmunidad colectiva
Por qué la idea de dar rienda suelta a la pandemia, defendida por la administración de Donald Trump y otros países, podría desembocar en una masacre.
En mayo, la ciudad brasileña de Manaus fue devastada por el Covid-19. Los hospitales estaban abrumados y la ciudad tubo que cavar numerosas tumbas en el bosque circundante para enterrar a las víctimas. Pero en agosto algo cambió.
A pesar de la flexibilización de los requisitos de distanciamiento social a principios de junio, la ciudad de 2 millones de habitantes ha visto caer su número de muertos en exceso de alrededor de 120 por día a casi cero. En septiembre, dos grupos de investigadores publicaron su trabajo (cabe aclarar que no estaba concluida la investigación al momento de la publicación) sugiriendo que esta desaceleración se debió, al menos en parte, a que gran parte de la población de la ciudad ya había estado expuesta al virus y ahora era inmune.
Ester Sabino de la Universidad de São Paulo, Brasil, y sus colegas analizaron más de 6.000 muestras de los bancos de sangre de Manaos para detectar anticuerpos contra el SARS-CoV-2.
«Hemos demostrado que la cantidad de personas infectadas es realmente alta, llegando al 66% al final de la primera ola», dice la inmunóloga. Su grupo dedujo que la cantidad de personas aún vulnerables al virus era demasiado baja para desencadenar más brotes. Estamos hablando de inmunidad colectiva.
Otro grupo australiano-brasileño llegó a conclusiones similares. Estos resultados, junto con otros comparables de las regiones de Italia duramente afectadas al comienzo de la pandemia, parecían apoyar la idea de la inmunidad colectiva. Entonces, al dejar que el nuevo coronavirus siga su curso, mientras se toman ciertas medidas para proteger a los más vulnerables, la mayor parte de la sociedad volvería a la normalidad.
Pero varios epidemiólogos cuestionan la validez de esta idea. «Rendirse no es una opción», dice Kristian Andersen del Instituto Scripps en La Jolla, California.
Tal escenario resultaría en una pérdida catastrófica de vidas humanas sin acelerar necesariamente el regreso de la sociedad a la normalidad, advierte.
“Nunca hemos tenido éxito en hacer esto en el pasado y causará muertes y sufrimientos tanto inaceptables como innecesarios. » A pesar de muchas críticas, la idea sigue ganando terreno en muchos países, incluidos Suecia, Reino Unido y Estados Unidos. Donald Trump elogió los beneficios en septiembre, hablando, a través del abuso del lenguaje, de «mentalidad de rebaño». Un puñado de investigadores incluso lo apoyó. A principios de octubre, un grupo de expertos libertarios y algunos científicos publicaron la «Gran Declaración de Barrington».
En la misma, piden un regreso a la vida normal para las personas con bajo riesgo de Covid-19 grave, para permitir que el SARS-CoV-2 se propague lo suficiente como para lograr la inmunidad grupal. Las personas con alto riesgo, como los ancianos, estarían protegidas por medidas que allí no son especificadas. Los autores de la declaración fueron recibidos en la Casa Blanca y provocaron la publicación de una reacción en The Lancet por otro grupo de científicos que calificaron a la inmunidad colectiva como «una idea peligrosa no validada por evidencia científica». De hecho, los argumentos a favor de la propagación en gran parte incontrolada del virus se basan en un malentendido sobre la naturaleza de la inmunidad colectiva y la mejor manera de lograrla. Para comprenderlo mejor, respondemos cinco preguntas centrales sobre esta controvertida idea.
¿Qué es la inmunidad colectiva?
La inmunidad colectiva se logra cuando un virus ya no puede propagarse porque solo se encuentra con personas protegidas de la infección.
Tan pronto como una proporción suficiente de la población deja de ser susceptible, cualquier nueva epidemia desaparece. «No tienes que ser inmune todo el mundo, solo necesitas tener suficiente, una muestra suficientemente grande», dijo Caroline Buckee de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de Harvard, Boston. Por lo general, la inmunidad de grupo es el objetivo declarado de los programas de inmunización a gran escala. Un alto nivel de inmunidad inducida por la vacuna en la población beneficia a quienes no pueden o no responden suficientemente a una vacuna, como las personas con sistemas inmunitarios debilitados. Muchos profesionales de la salud odian el término «inmunidad colectiva» y prefieren hablar de «protección colectiva», explica Caroline Buckee. Esto se debe a que este fenómeno no confiere realmente inmunidad contra el virus: solo reduce el riesgo de que las personas vulnerables entren en contacto con el patógeno.
Pero los expertos en salud pública de hoy en día nunca hablan de inmunidad colectiva sin que se disponga de una vacuna. «Y eso significa hoy el número de personas que deben estar infectadas antes de que se detenga la enfermedad», dice Marcel Salathé, del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Lausana.
¿Cómo lograr la inmunidad colectiva?
Los epidemiólogos estiman la proporción de una población que debe ser inmunizada antes de que se adquiera la inmunidad colectiva a partir del número de reproducción básico, R0. Esto es, dice Kin On Kwok de la Universidad de Hong Kong, el número de casos, en promedio, infectados por un individuo infectado en una población bien mezclada y por lo demás completamente susceptible. La fórmula para calcular el umbral de inmunidad colectiva es 1-1 / R0. Revela que cuantas más personas se infecten con cada portador del virus, mayor será la proporción de la población que debe inmunizarse para lograr la inmunidad colectiva. Por ejemplo, el sarampión es extremadamente contagioso, con un R0 típicamente entre 12 y 18, que corresponde a un umbral de inmunidad colectiva del 92% al 94% de la población. Para un virus con una tasa de reproducción más baja, el umbral sería más bajo. Sin embargo, el R0 asume que todo el mundo es susceptible al virus. Esto está cambiando a medida que avanza la epidemia, ya que algunas personas se infectan y adquieren inmunidad. Esta es la razón por la que a veces se usa en estos cálculos una variante de R0 llamada «R eficiente» (Rt o Re), porque toma en cuenta los cambios en la sensibilidad de la población.
Aunque la fórmula da una cifra teórica de la inmunidad colectiva, en realidad no se logra en un punto específico. Es mejor pensar en ello como un gradiente, dice Gypsyamber D’Souza de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore. Además, con variables cambiantes, incluido R0 y el número de personas susceptibles a un virus, la inmunidad colectiva no es un estado estable. Incluso cuando se alcanza la inmunidad de grupo en una población, nada impide que se produzcan epidemias importantes, por ejemplo, en áreas donde las tasas de vacunación son bajas. “Lo hemos visto en algunos países donde se ha extendido la desinformación sobre las vacunas”, explica Marcel Salathé. En áreas pequeñas, la vacunación comienza a disminuir y deja el campo abierto a epidemias locales a veces importantes, incluso si técnicamente existe inmunidad grupal sobre la base de los cálculos. El objetivo final no es alcanzar un número en un modelo, sino evitar que las personas se enfermen.
¿Cuál es el umbral para el SARS-CoV-2?
La inmunidad colectiva depende en parte de lo que está sucediendo en la población. Kin On Kwok de la Universidad de Hong Kong y sus colegas demostraron en un estudio publicado en junio que los cálculos de umbral son muy sensibles a los valores R. Ellos estimaron Rt en más de 30 países, utilizando datos sobre el número diario de nuevos casos desde marzo. Luego utilizaron estos valores para calcular un umbral de inmunidad de grupo en la población de cada país. Las cifras iban desde el 85% en Bahrein, donde la Rt era entonces de 6,64, hasta el 5,66% en Kuwait, donde la Rt era de 1,06 [el umbral calculado para Francia era del 67,6% con un Rt de 3,09, nd]. Las bajas cifras de Kuwait reflejan la introducción de numerosas medidas para controlar el virus, como toques de queda locales y la prohibición de vuelos comerciales desde varios países. El fin de estas medidas aumentaría el umbral de inmunidad del grupo. Los cálculos de inmunidad colectiva se basan en suposiciones que pueden no reflejar la realidad. Samuel Scarpino de la Northeastern University en Boston, por ejemplo, señala que «la mayoría no toma en cuenta el comportamiento de los individuos y asume que es inmutable». Sin embargo, un cambio transitorio, como el distanciamiento físico forzado, reduce el umbral de inmunidad colectiva, que volverá a aumentar cuando vuelva la normalidad.
Las estimaciones de umbral para el SARS-CoV-2 oscilan entre el 10 y el 70% o más. Pero los modelos detrás de los números en la parte inferior de este rango se basan en suposiciones que Samuel Scarpino no creía necesariamente. Esto se debe a que estos modelos asumen que las personas con muchos contactos son las primeras en infectarse y que transmiten el virus a más personas. Y a medida que estos «superpropagadores» adquieran inmunidad contra el virus, transmitirán menos el virus a las personas que aún son susceptibles. «Como resultado, alcanzaríamos muy rápidamente el umbral de la inmunidad colectiva», agrega Samuel Scarpino. Pero si resulta que cualquiera puede convertirse en un superpropagador, entonces «las suposiciones en las que se basan estas estimaciones de umbral de alrededor del 20% o 30% no son correctas». El resultado es que el umbral de inmunidad colectiva estará más cerca del 60-70%, como muestran la mayoría de los modelos.
Cualquier persona puede volverse superpropagador del virus.
Los casos de superpropagación en las prisiones y en los cruceros lo demuestran, el Covid-19 se propaga rápidamente al principio, antes de desacelerarse en una población cautiva y no vacunada, recuerda Kristian Andersen. En la prisión estatal de San Quentin, California, más del 60% de la población estaba infectada antes de que se detuviera la epidemia: no terminó mágicamente después de que el 30% de las personas contrajeron el virus. «No existe una materia oscura misteriosa que proteja a las personas», concluye Kristian Andersen. Aunque se pueden estimar los umbrales de inmunidad de grupo, es imposible conocer los números reales en tiempo real, dice Caitlin Rivers del Johns Hopkins Health Security Center en Baltimore. Por el contrario, la inmunidad colectiva solo puede observarse con certeza analizando los datos en retrospectiva, quizás incluso diez años después.
¿Funciona la inmunidad colectiva?
La inmunidad colectiva es una mala idea, dicen muchos investigadores.
«Tratar de lograr la inmunidad colectiva a través de infecciones dirigidas es simplemente ridículo», dijo Kristian Andersen.
En los Estados Unidos, probablemente morirían de uno a dos millones de personas. » En Manaos, la tasa de mortalidad durante la primera semana de mayo fue 4,5 veces mayor que la del año anterior. Y a pesar del júbilo por la desaceleración del número de casos en agosto, las cifras parecen estar aumentando nuevamente. Este aumento muestra que las especulaciones de que la gente de Manaus ha logrado la inmunidad colectiva «son simplemente infundadas», dice Kristian Andersen. Las muertes son solo una parte de la ecuación. Las personas que están enfermas a veces sufren graves consecuencias médicas y financieras, y muchas personas que se han recuperado informan de efectos persistentes en su salud. Más de 58.000 personas han sido infectadas con SARS-CoV-2 en Manaus, un gran número de víctimas que implica mucho sufrimiento. Al comienzo de la pandemia, los medios de comunicación afirmaron que Suecia perseguía un objetivo de inmunidad colectiva al permitir que las personas siguieran con sus vidas como si nada hubiera pasado, pero la idea es un «malentendido», según el Ministro de Salud y Asuntos Sociales del país, Lena Hallengren.
La inmunidad colectiva «es una posible consecuencia del desarrollo de la pandemia, en Suecia o en otros lugares», corrigió, pero «no es parte de nuestra estrategia». El enfoque de Suecia es similar al de la mayoría de los demás países: “promover el distanciamiento social, proteger a las personas vulnerables, realizar pruebas y localizar contactos y fortalecer nuestro sistema de salud para hacer frente a la pandemia.
A pesar de todo, Suecia no es un modelo de éxito: las estadísticas de la Universidad Johns-Hopkins muestran que el país tiene una tasa de mortalidad vinculada al Covid-19 once veces mayor que la de la vecina Noruega (58, 12 frente a 5,23 por 100.000 habitantes). La tasa de letalidad de Suecia (4,1%), es decir, la proporción de pacientes que sucumben a la infección, también es al menos tres veces mayor que la de Noruega (1,2% ) y Dinamarca (1,3%).
¿Cuáles son los otros obstáculos a la inmunidad colectiva?
La idea de inmunidad colectiva lograda mediante la propagación dentro de una comunidad de un patógeno se basa en el supuesto de que los pacientes que sobreviven a una infección se vuelven inmunes, lo que no siempre está probado.
No está probado que las personas que enfermaron de COVID y sobrevivieron, no vuelvan a re-infectarse.
Para el SARS-CoV-2, algún tipo de inmunidad funcional parece seguir bien a la infección, pero «para comprender completamente los efectos de la respuesta inmune y cuánto duran, debemos seguir a los pacientes curados a largo plazo, y estamos sólo al principio ”, dice Caroline Buckee.
Tampoco existe una forma infalible de medir la inmunidad al coronavirus, dice Caitlin Rivers. Si bien se pueden detectar anticuerpos anti-SARS-CoV-2, no se sabe cuánto tiempo dura la inmunidad. Los coronavirus estacionales que causan los resfriados más comunes desencadenan una inmunidad que parece durar aproximadamente un año, dice. “Parece fácil asumir que lo mismo ocurre con el nuevo coronavirus. «
No se sabe aún cuánto tiempo dura la inmunidad.
En los últimos meses, se han informado casos de reinfección con SARS-CoV-2, pero su frecuencia y gravedad siguen siendo preguntas abiertas.
«Si las personas que ya están infectadas se vuelven susceptibles nuevamente después de un año, la inmunidad colectiva por transmisión natural será un señuelo», dice Caitlin Rivers.
«No hay una varita mágica», dice Kristian Andersen. La realidad está sobre nosotros: nunca antes habíamos logrado una inmunidad colectiva permanente a través de infecciones naturales con un nuevo virus, y el SARS-CoV-2 desafortunadamente no es una excepción.
La vacunación es la única vía ética posible.
La cantidad de personas que se vacunarán y la frecuencia de las inyecciones dependerán de muchos factores, incluido qué tan bien funciona la vacuna y cuánto tiempo está protegida.
La gente está cansada y frustrada por las medidas impuestas, como el distanciamiento social y el encierro, para controlar el Covid-19, pero hasta que no haya una vacuna, seguirán siendo las mejores opciones. «No todos nos enfrentaremos inevitablemente a esta infección», asegura Gypsyamber D’Souza. Hay muchos elementos que exigen optimismo. Al reducir los riesgos hasta que se disponga de una vacuna eficaz, podemos salvar vidas. «
En noviembre de 1985, el autor argentino le dictó a María Kodama el relato en el que narra la culpa que siente por un hombre ejecutado por su abuelo militar, Francisco Borges.
Silvano Acosta, el recuerdo que lo afligía, era el nombre del hombre ejecutado una mañana de 1871 por orden del abuelo paterno del escritor, el coronel Francisco Borges. Con aquella víctima a la que, indirectamente, se proponía rescatar del anonimato y del olvido, el escritor reconocía sentir una vaga culpa, al final de su vida, acaso el momento en que cualquier hombre se aferre más honestamente a sus verdades íntimas. “Sé que le debo una reparación que no llegará”, dice Borges en un texto inédito que acaba de salir a la luz y que lleva por título el nombre del muerto.
Silvano Acosta – Texto completo:
Mi padre fue engendrado en la guarnición de Junín, a…
Había una vez un niño malo cuyo nombre era Jim. Si uno es observador advertirá que en los libros de cuentos ejemplares que se leen en clase de religión los niños malos casi siempre se llaman James. Era extraño que este se llamara Jim, pero qué le vamos a hacer si así era.
Otra cosa peculiar era que su madre no estuviese enferma, que no tuviese una madre piadosa y tísica que habría preferido yacer en su tumba y descansar por fin, de no ser por el gran amor que le profesaba a su hijo, y por el temor de que, una vez se hubiese marchado, el mundo sería duro y frío con él.
La mayor parte de los niños malos de los libros de religión se llaman James, y tienen la mamá enferma, y les enseñan a rezar antes de…
Gracias a los fármacos y las vacunas, durante más de un siglo se han logrado avances espectaculares contra las enfermedades infecciosas. Ahora, nuestra mejor defensa podrían ser los cambios sociales.
Dos logros fundamentales del siglo XX, los antibióticos y las vacunas, parecían haber terminado con las epidemias que habían afligido a la humanidad hasta entonces. En los años 70 se auguraba que, gracias a esos avances, las enfermedades infecciosas dejarían de ser la principal causa de la mortalidad humana.
Sin embargo, varias epidemias posteriores, entre ellas las del ébola, el sida, la gripe y la actual COVID-19, han desmentido ese pronóstico.
Para contenerlas, los esfuerzos de la medicina moderna han tenido que renovarse y acelerarse. Pero estos solos no bastarán y deberán corregirse también las condiciones que propician la aparición de nuevas enfermedades, sobre todo la pobreza y las desigualdades sociales.
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