EL LENGUAJE – CLAVE EN LA DETECCIÓN DE ESQUIZOFRENIA

Los pacientes con trastorno del pensamiento utilizan los nombres y pronombres de manera más ambigua y simplifican la sintaxis.

En el último siglo, varios estudios han intentado explicar la esquizofrenia a través de la asociación de síntomas verbales (lenguaje), con cognitivos (mente) y neurológicos (cerebro). Un objetivo, sin embargo, complejo.

El trastorno del pensamiento que presentan algunos afectados de esquizofrenia arroja luz a la investigación. Dicho tipo de psicosis se caracteriza por un habla desorganizada, es decir, por una construcción gramatical alterada.

El uso de nombres y pronombres, así como la sintaxis de las frases son la clave en esta relación. Los pacientes con esquizofrenia y trastorno del pensamiento cometen más errores en esos dos aspectos del lenguaje.

Tras asistir a una fiesta de abogados donde se sirvió té, chocolate y pastas, un paciente con esquizofrenia contó a su psiquiatra: «Me sirvieron un té de chocolate jurídico». Esta críptica frase, recogida por el psiquiatra Josep Moya en su estudio de 1990, es un claro ejemplo de lo que en psiquiatría llaman «ensalada de palabras»: un habla caótica donde, como mucho, entendemos términos sueltos, pero no el sentido del conjunto. ¿Qué significa «chocolate jurídico» o en qué consiste «un té de chocolate»? Podemos especular, desde luego, pero las reglas del idioma no autorizan una lectura coherente.

Basándose en frases como esta, la investigación clínica del último siglo ha intentado explicar la esquizofrenia asociando sus síntomas verbales con sus manifestaciones cognitivas y neurológicas. Un objetivo a priori sensato, pero que en la práctica se revela endiabladamente complejo: dibujar el triángulo de las relaciones lenguaje-mente-cerebro para entender cómo, al tambalearse uno de sus lados, se tambalean los otros dos, pudiendo sumir el polígono entero en la psicosis.

Hasta hoy, los tres ángulos de la esquizofrenia han mostrado una relación bastante difusa, debido a las carencias cualitativas y cuantitativas en la bibliografía clínica. Algunos estudios etiquetan los errores verbales de los pacientes con nociones muy vagas (semántica, sintaxis, entre otras) que impiden ahondar en sus implicaciones lingüísticas. Otros cuentan con tan pocos participantes (una decena, a lo sumo) que sus resultados apenas pueden considerarse representativos. Y los hay que analizan conjuntamente el lenguaje de pacientes graves y leves, con muy variada sintomatología, lo que obstaculiza elaborar una correlación homogénea entre el problema verbal, el mental y el cerebral.

En 2018 participamos en un estudio, publicado en npj Schizophrenia, que intentaba subsanar estas lagunas. Desarrollamos el proyecto entre las universidades de Newcastle, Durham y el Colegio Universitario de Londres. Analizamos dos aspectos muy concretos del habla de los pacientes ingleses: el uso de nombres y pronombres, por un lado, y la complejidad sintáctica de las frases, por otro. Tales aspectos los relacionamos con un síntoma específico de la esquizofrenia: el trastorno del pensamiento. Pero ¿por qué elegimos estos aspectos lingüísticos y no otros? ¿Y por qué en relación con el trastorno del pensamiento?

Lenguaje y psicosis

El trastorno del pensamiento es un tipo de psicosis. ¿Y qué es una psicosis? Grosso modo, es cuando la mente humana se colapsa y pierde la capacidad de distinguir lo que es real de aquello que no lo es. Oír voces que nadie más oye (alucinaciones auditivas) o creerse un personaje histórico (delirio) son ejemplos clásicos de psicosis que, sin duda, la literatura y el cine han popularizado. La particularidad del trastorno del pensamiento —quizá la forma de psicosis menos conocida— radica en que afecta específicamente al lenguaje, en concreto, a la relación entre las palabras, a su estructura y su función. Es decir, a la gramática. Así, las personas con este trastorno combinan palabras de modo inusitado o extraño y desordenan su lenguaje hasta volverlo, en ocasiones, ininteligible. En casos extremos, pueden llegar a la ensalada de palabras, como manifestaba el paciente del doctor Moya.

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